Amaral asaltan Barakaldo con su color – Sala Cubec I Barakaldo
Amaral a la conquista de un nuevo escenario
Noche fría, lluviosa y gris la del sábado en Barakaldo, donde los toques de color, fuera del recinto del BEC! lo ponían algunos paraguas. Una serpenteante e interminable cola de gente nos recibía al llegar y nos hacía presagiar que el concierto tendría que retrasarse para que todos pudieran estar dentro para el comienzo.
Ya en el interior, la sala CUBEC mostraba una entrada que rozaba el lleno, graderío frente al escenario incluído. Nadie quería perderse el regreso a tierras bizkaínas de los zaragozanos Amaral, quienes nunca dejan al gran Bilbao fuera de sus giras, de hecho Juan y Eva recitaron sobre el escenario, y de memoria, algunos de los variados y variopintos lugares en los que han tocado en sus muchas visitas (Miribilla, Plaza del Gas, Kafe Antzokia, Zorrozaurre, Explanada del Guggenheim,….). El BEC era una de esas grandes plazas que todavía no habían pisado, y el sábado la colonizaron con su color.
Dejando huella desde el comienzo
Como una astronauta. Así pisó Eva el escenario del BEC por primera vez. Tras la intro de “All Tomorrow’s Parties” de The Velvet Underground, apareció enfundada en una especie de escafandra de espejos (como una bola de discoteca) dando pequeños pasos antigravitacionales hasta el micro. Esos pequeños espejos de formas geométricas irregulares, iban a ser un hilo conductor del espectáculo. Formaban el primer estilísmo de Eva, y esas mismas formas configuraban la gran pantalla que cubría todo el de fondo, construida exclusivamente para esta gira. Una pantalla que daba tridimensionalidad a las proyecciones y juegos de luces, muy importantes, en esta gira.
Ya sin intros ni escafandra, “Señales” y “El Universo Sobre Mí” fueron las primeras en mostrarnos la gran voz que sigue atesorando la propia Amaral. La dualidad que han conseguido en estos años en su repertorio, con canciones mucho más animadas y alegres, con otras más pausadas, se plasmó en su concierto, y esa voz que sube a los agudos constantemente, lo hizo igual de alto y claro tanto en unas como en otras. Desde “Marta, Sebas, Guille y los Demás” hasta “Hoy Es el Principio del Final”.
Cómo no, los temas más veteranos fueron los que levantaron más los ánimos y gritos del público, más si eran de esas que te provocan esas incontrolables ganas de saltar y gritar, como en “Lo que Nos Mantiene Unidos” y su base rítmica que puso en pie a toda la grada, como también en “Cómo Hablar”.
El color y su amplio espectro sonoro
Pero como decíamos, la dualidad de Amaral iba a estar presente, y entre medias, se iban colando nuevas joyas como “Lluvia”. Aún no lo sabíamos, pero la noche iba a ser larga, y estos momentos de calma, pero intensos, iban a ser necesarios y muy agradecidos a la par que disfrutables.
Juan Aguirre siempre se mantiene en un segundo plano, aunque los focos le buscan y le encuentran durante el concierto. Él está a lo suyo, con sus guitarras, dando esas pinceladas de color, matices algunas veces, brochazos otras, y el sábado puso su firma en todos y cada uno de los cuadros que interpretaron. Por ejemplo en “Nocturnal”, donde se marcó un mini solo en mitad de la canción. El resto de la banda que acompaña al dúo sonó igualmente bien, con batería, corista, teclista y bajista que hacía un poco de multiinstrumentísta. Por poner un pero a tal elenco, echamos en falta que el cajón flamenco que suena y guía “ Soledad” no estuviera presente y se tuviera que lanzar desde una pista grabada. Aún así sonó muy presente, y las proyecciones de bailaoras flamencas doblaban el énfasis de la canción.
Todos y cada uno de los 13 temas de “Salto al Color” tuvieron cabida en el setlist, intercaladas y espaciadas a lo largo de la actuación, para no sacar de la misma a quién todavía no haya tenido la oportunidad de adentrarse bien a fondo en el reciente disco. Puede que Amaral pecaran de modestos, porque nosotros vimos bien de coros en todas y cada una de las treinta (si, treinta) canciones que interpretaron.
Todo y todos cuentan
La generosidad de Amaral para con su público es igualmente aplicable a quien les rodea, y cómo de bien nacido es ser agradecido, allí no quedó nadie sin nombrar y agradecer por parte de Eva. En un momento fueron los técnicos de sonido, que como bien dijo ella ( y nosotros compartimos) hicieron un gran trabajo, incluso magia, sacando un sonido alto, claro y límpio de toda la banda, en un recinto en ocasiones poco agradecido para estos cometidos ( y hemos visto unos cuantos “grandes” pasando por ahí con dispares resultados). Más tarde, sacó una hoja y empezó a recitar unos veinte nombres o más de gente que había hecho posible todo lo que estaba pasando bajo el techo del BEC.
“Juguetes Rotos” volvió a trasladarnos a la pista de baile, con la electrónica de los teclados y samples adueñándose del escenario. Eva, casi siempre en el centro, trás el pie de micro, muy suelta y cómoda, bailando y sin parar de mover y gesticular con los brazos. Una pena que para una de las pocas veces que se aleja de tal posición, micro en mano, se le acople el sonido cuando interpretaba el estribillo de “ Never Ending Story” en mitad de “El Blues de la Generación Perdida” con Fujur volando tras ella en la pantalla.
No encontramos mejor momento ni lugar para interpretar “No Quedan Días de Verano”, incluso dentro del recinto se nos hacía más que acorde, puesto que el frío que llenaba la sala era difícilmente evitable a golpe de baile, y eran (éramos) muchos los que no se quitaron las chaquetas en todo el concierto ( puede que alguien se dejara la puerta abierta).
El momento remember llegó casi al final con la versión de “Nada de Nada” de Cecilia, que Amaral llevaron a su terreno, seguida de “Rosita” de su disco homónimo, y en la que notamos que Juan le daba otro matiz con su guitarra, y Eva cantaba más intensa, subiendo como hace ella las notas. Y en el final de “Entre la Multitud”, para cerrar este primer bloque, Eva metió un par de líneas de “Bizarre Love Triangle” de New Order, con la que se marcharon del escenario.
El reflejo de las bestias
A la vuelta, de nuevo las máscaras de espejos, esta vez toda la banda y Eva, hacen un guiño al disco “Gato Negro Dragón Rojo” portando todos una máscara de gato de espejitos, y Eva se cambia de vestuario, ahora con una especie de kimono japonés rojo. El aullido que suelta al comienzo de “Kamikaze” retumba en todo el recinto y vuelve a levantar al graderío. Otro aullido, este algo más moderado, nos mete en la locura de “Hacia Lo Salvaje” con versos de Alberti y Roberto Carlos incluídos, mientras que caballos salvajes galopaban en la pantalla. Y como de salvajes y naturaleza va el momento, la dulce “Halconera” nos lleva a sobrevolar paisajes naturales a lomos de una Eva que vuelve a enfundarse una gran cabeza de halcón de espejos para volar fuera del escenario y llevarse con ella a toda la banda.
Rozando ya las dos horas de concierto, las luces del recinto se resisten a encender, y nosotros a abandonar nuestra posición. Aunque poética y cargada de mensaje y sentimiento, no parece que la amable “Halconera” sea un tema para cerrar un recital con tanta fuerza y color, pero asistir a un actuaciones de más de dos horas hoy en día parece una utopía que sólo unas pocas bandas están dispuestas a hacer realidad, en esta época de inmediatez y brevedad.
Todo cuadro necesita de un marco
Aparece un solitario Juan a escena, con una de sus guitarras para jugar con notas sutíles y armoniosas, que crean una atmósfera de calma, que se rompe cuando aparece Eva (de nuevo con otro vestuario) para, ellos solos, interpretar “Sin Tí No Soy Nada” donde, obviamente, el público no les dejó solos en ningún momento. Sonó más austera y lenta a como la tenemos en mente. Con “Salir Corriendo”, de nuevo tuvimos el contraste y la dualidad de Amaral y “Llévame Muy Lejos” se enfundó en rock con la guitarra de Juan echando humo en ese estribillo potente y desgarrado.
La despedida, esta vez sí, definitiva, de Amaral del escenario de Barakaldo fue con la mirada bien alta, y contra toda lógica antes argumentada en esta crónica, “Peces de Colores” cerró la interminable lista de treinta temas. No es para nada una canción de fin de fiesta, pero tiene toda esa intensidad que desprende el dúo zaragozano, tanto en estudio como en directo. Algo más de dos horas y veinte minutos de profesionalidad y entrega, bien merecen tomarse una licencia así, y lo que quieran, para enmarcar su obra.
“Moon River” de Henry Mancini y Johny Mercer sonaba, y ahora sí, las luces de recinto se encendían y la banda al completo se abrazaba en fila, al borde del escenario, para saludar y agradecer a los asistentes el apoyo y la presencia esa noche. Una noche en la que todos nos llevamos nuestro inicial lienzo en blanco de expectativas, repleto de colores de satisfacción.
Fotos y texto: Dave Blanco