Barruan 2018 – Desde dentro
Barruan, desde dentro
Este pasado fin de semana hemos asistido a la que ha sido la primera edición de Barruan, un festival diferente. Se presentaba como algo fuera de lo habitual, sin los grandes nombres que llenan carteles estivales y dándole importancia también a lo gastronómico, algo muy nuestro. Tres días, ocho espacios y casi una veintena de artistas plagaban un line-up que parecía más un maratón que un festival.
Arkeologi Museoa
La primera cita fue el viernes 5, a eso de las 18:30 en el Arkeologi Museoa – Museo de Arqueología. Estaban anunciados Los Hermanos Cubero junto a un showcooking a cargo de Alberto Lomas, todo ello de entrada libre hasta completar aforo. La primera alegría para los organizadores (unodos, Cuatro Barbas, Nunca Más y Encarta) fue el pegar en la puerta la hoja de «Aforo Completo».
La velada, que comenzó con algo de retraso, se inició con una breve presentación de lo que sería Barruan y la presentación del primer pintxo del chef Lomas, inspirado en los artistas musicales. La verdad que no nos quedamos con los ingredientes (somos más de quedarnos con los matices musicales) y, a continuación, salieron los dos hermanos para desplegar su folk basado en jotas. Con la única ayuda de las cuerdas de una guitarra acústica y una mandolina (más eléctrica de lo habitual), Quique y Roberto dieron un bolo algo más triste de lo esperado. Canciones para el recuerdo de la mujer del primero parecían bajar los ánimos. Nos gustaban más los apuntes cómicos entre temas.
El típico parón para el bis, estuvo, esta vez, ocupado por el segundo pintxo del chef. A pesar de no ser expertos culinarios, decir que ninguno de los bocados fue de nuestro agrado. Tras el impás, los Cubero volvieron para despedirse, esta vez con algo más amable. Es curioso y admirable que un estilo tan «cañí» pueda llegar a donde llega. ¡Hay más música de la que parece!
Azkuna Zentroa
El viernes se cerraría con, posiblemente, el nombre con más tirón del cartel musical de Barruan. La electrónica del francés Rone estrenaría un nuevo espacio, la sala polivalente CAC del Azkuna Zentroa. Lugar céntrico, con bastante espacio, buena sonoridad pero que parece poco abierto a citas nocturnas (el horario de cierre del propio Azkuna Zentroa hizo que la cosa acabase sobre la medianoche).
Los encargados de calentar el espacio fue el dúo donostiarra Reykjavik606. Con todavía mucho público acercándose a la sala, desplegaron una electrónica «machacona» (reconocemos ser poco fans y entendidos de este estilo tan profundo). Destacar de nuevo los decibelios de la sala, que pese a ser potentes, nunca tuvimos la sensación de mal sonido ni de acoples. Además, el juego de luces era muy apropiado para lo que se ofrecía.
Tras el «warm-up», llegó el turno de Rone. Se ha convertido en uno de los mejores productores de Francia (muy de moda esto últimamente) y tras llenar varias de las salas internacionales más importantes, se presentaba en Bilbao como la nueva apuesta. La gente respondió y sí que es cierto que disfrutamos de una ritmos más comerciales, cosa que agradecimos. Aún así, las críticas se las dejamos a los «entendidos».
La noche acabaría en el Muelle con DJ Goo, pero nosotros decidimos recogernos, todavía quedaba mucho por disfrutar los siguientes días.
Taproom La Salve
La jornada del sábado la abriría en el espacio Taproom La Salve del Teatro Campos Elíseos, un nuevo showcooking entre el chef Adrián Leonelli y Joaquín Pascual. Con algo de retraso, Leonelli hizo una breve presentación de los dos pintxos que había preparado para la ocasión, de nuevo inspirados en el artista musical. Hemos de reconocer que esta vez sí, la oferta gastronómica nos sorprendió y agradó a partes iguales.
Sin mucho tiempo que perder, Joaquín Pacual se puso a los mandos de su nave y entre susurros, teclados, guitarras y muchos sonidos pregrabados, nos llevó a su terreno. Lo organizado para este espacio, además de lo ya comentado, contenía una comida organizada por el propio espacio. Eso hizo que muchos de los «asistentes» al concierto molestasen, y mucho, al intimismo de Joaquín. Prometió volver para presentar su nuevo trabajo.
La Brasa Canalla
Ya por la tarde, la cita era en La Brasa Canalla con los ritmos trap-urban del local Mitto Korokon. En un espacio poco dado a la música, pero muy del estilo musical ofertado, escuchamos ritmas (algunas mejores y otras peores) con el propio Mitto acompañado en todo momento por segundas voces (a veces también primeras) y con, de nuevo, el mejor productor musical. Una forma diferente de arrancar la tarde de sábado.
Viadefuga
La siguiente parada era en el Viadefuga, otro de los espacios de Barruan, que programó la pinchada de Las Majas DJs. Reconocemos que pusimos poca atención y es que el local tampoco era el más apropiado.
Hotel Ercilla
La segunda noche de Barruan iba a transcurrir en la discoteca del Hotel Ercilla, otro de esos espacios diferentes. Se iba a la conquista de este espacio, y parece que se consiguió. De la lista de nombres que actuarían se cayó a última hora Cocou Chloé y entraron Kris II y Katza. Estos fueron los encargados de abrir la noche, con todavía poco público en sitio tan peculiar.
La electrónica más clásica de Katza dio paso a los nuevos sonidos de Kris II, siguiendo la intención del propio festival. Tuvo que alargar su show a base de una pinchada más clásica; debían ser cosas de estrellas. Y es que la siguiente en aparecer, cual diva, fue la londinense Shygirl. Dicen de ella que maneja ritmos industriales junto a letras venenosas y, la verdad, es que se la vio que le costó entrar en comunión con el público. A pesar del poco espacio entre artista y primera fila, faltó complicidad en los primeros temas. Con una estética controvertida y con un gran abanico de plumas, Shygirl consiguió, finalmente, encender al respetable para lo que vendría después.
El siguiente sería el nombre de la segunda jornada de Barruan: Putochinomaricón. A base de singles, descaro y un discurso muy integrador, ha conseguido llegar a sitios que muchos quisieran llegar a base de LPs. Problemas técnicos y un set demasiado corto, hizo que repitiese varios de los temas. Esto poco importó a la gente que casi llenaba la sala (a pesar de hacer sol-out, la sala no se llenó completamente) y que cantó los hits del artista como si fuesen de uno mismo. Este sí que se merece un buen productor que le haga el «trabajo sucio», para que el propio Putochinomaricón se encargue de lo que mejor sabe hacer, que es mover a la masas.
Después, de nuevo, volveríamos a la pinchada más clásica, esta vez algo más comercial de Dinamarca. Esta fue nuestra despedida.
Museo Marítimo
Barruan se despediría el domingo al aire libre, en el Museo Marítimo, bajo el puente Euskalduna y menos mal, porque el otoño más crudo llegó a Bilbao. Los encargados de abrir el trío de artistas fue Urgatz, banda de Bermeo, que como un oasis en el desierto, trajo guitarras, bajo y baterías (cómo lo echábamos de menos). Presentaban su primer trabajo «Hori» (2018), cantado en euskera y con una notable presencia de guitarras. La única pega, además del mal tiempo, fue el volumen/tono/nosabemosqué de la voz principal (demasiado alto). El resto, incluyendo bases rítmicas y los movimientos espasmódicos del cantante, nos devolvieron la alegría musical (tuvimos demasiada electrónica los días anteriores).
Lo siguiente, desde Gijón, sería el trío Huias. Bajo, timbales y arreglos electrónicos pusieron a los cada vez menos supervivientes a bailar, que sufrían un viento helador. Un set rápido y directo con una frontwoman que se dedicó a la voz, la cual nos recordó a esas del otro lado del charco y que tantas masas mueven.
Y casi como si de una sobremesa se tratase llegó el sorprendente Baiuca. Con una base, de nuevo, electrónica aunque con muchos ritmos gallegos (y es que él es de ahí) que sobreponía a base de flautas (le contamos, al menos, tres) y sonidos de vieiras, puso, ahora ya sí, a todos los valientes a calentarse. Fue algo fresco y diferente y la guinda al pastel que Barruan había preparado para los tres días.
Un festival Barruan que se definía como un «recorrido urbano de nuevas músicas» y que lo cumplió en cada uno de sus tres días. Fuera de lo convencional, seguro que hay muchas conclusiones que sacar para, quién sabe si, repetir el próximo año. Desde aquí nuestra más sincera enhorabuena.
Texto: David Pereda
Fotos: Dave Blanco