Emma Ruth Rundle / Jaye Jayle – Auditorio Nestor Basterretxea | Bermeo

Mareak Jaialdia, el festival silencioso

Lo primero de todo es el entonar el “mea culpa” por desconocer de la existencia de este festival que ya va por su cuarto año. Festival que mezcla, música, con poesía, teatro, danza y muchas otras disciplinas creativas durante casi una semana en la localidad costera de Bermeo. La inclusión en su programa de actividades de la actuación de la artista norteamericana Emma Ruth Rundle, fue lo que nos puso sobre la pista de este festival, y allí que nos acercamos a ver a la cantante, que venía con disco nuevo bajo el brazo y acompañada de su inseparable Jaye Jayle, que además de formar parte de su banda en esta gira, haría también de telonero. El escenario, el auditorio Nestor Basterretxea, lugar junto al puerto con un patio de butacas que a priori parecía restarle caché rockero a la actuación, pero que como comentaremos más adelante, jugó más a favor que en contra.

La oscuridad sonora de Jaye Jayle

Puntual a la cita, Jaye Jayle salió al escenario del auditorio acompañado de su banda (mismo bajista que Emma ). La iluminación era escasa, mínima, tan sólo dos pequeños focos en tono cálido, uno en su pie de micro iluminándole de guitarra para abajo, y otro en el lado opuesto, también en el pie de micro del teclista, y también apuntando hacia el suelo.

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Una intro un tanto oscura fue el inicio de su actuación, la cual  sería toda una sucesión de oscuras canciones, que incitaban a ojos cerrados y dejarse llevar. Al igual que en su último disco “No Trail And Others Unholy Paths” (2018), tras el primer corte “No Trail: Path One”, llegaría “No Trail: Path Two”, en la que ya pudimos ser mecidos por su profunda voz. Pocos sobresaltos o gestos durante toda su actuación. El silencio respetuoso de la sala tras los aplausos entre canciones era cuanto menos inquietante y agradable al a vez, lo cual nosotros celebramos pero lanzamos una reflexión: ¿por qué no puede ser igual en una sala con gente de pie?

En los aproximadamente cuarenta minutos que duró su actuación, Jaye Jayle profundizó bastante en su último disco, tanto que no salió de él, tan sólo se dejó fuera de repertorio “Marry Us”. Todo el concierto fue un continuo viaje entre, unos Swans, Mark Lanegan o incluso nos vinieron trazas de la banda de Trent Renzor cuando Jaye se ponía a los teclados, como en “Accepting”. Cerró el concierto con “Low Again Street” tema que también cierra su disco y que alargó un par de minutos con respecto a la versión de estudio gracias a una intro algo más extensa en la que de nuevo Jaye jugó con su teclado antes de ponerse al volante con su guitarra.

Sonido limpio y profundo que hizo del telonero un cabeza con mucha cabeza y más corazón.

Emma llegó con toda la caballería

Tras unos mínimos cambios en el escenario, ahora desprovisto de teclados, y unas modificaciones en la batería, la cantante de Los Ángeles salió a escena acompañada de su banda. Repetirían Jaye con su guitarra y Todd Cook al bajo, y Dylon se uniría a la batería. Con este elenco y con algo más (poca más) de luz sobre el escenario, arrancó su concierto con “Dead Set Eyes”. Ya desde el principio, el volumen y la sonorización nos quedó claro que no iba a ser igual que la de su predecesor. La batería era ahora mucho más contundente y estaba muy presente, al igual que ambas guitarras, lo que hizo que la experiencia con Emma fuera aún más estremecedora.

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Todo el concierto se convirtió en un tobogán de sensaciones. La voz, en ocasiones rota, en otras dulce, y en otras desgarradora nos hizo contagiarnos de esos sentimientos que brotan de su garganta, de sus entrañas y de las cuerdas de su guitarra. Prueba de ello fue su interpretación del  single “Fever Dreams” perteneciente a su recién estrenado “On Dark Horses”. Un disco muy en la línea de sus anteriores trabajos y que interpretó casi al completo. La primera canción en salir a escena de su pasada discografía fue “Protectión” lo que provocó un gran júbilo y vítores entre los asistentes durante los primeros acordes y durante algún que otro tramo de la canción.

Un poco de pausa “decibélica”, que para nada fue sonora, ni mucho menos emocional, se produjo con el cambio de guitarra por parte de Emma para interpretar la dulce “Races”. Aquí se produjo uno de los clímax de la actuación, debido a la maravilla de interpretación vocal que Emma dio y a lo bien que sonó. En “Naked For Death” su voz sí que se vio algo tapada al principio, en las partes mas estruendosas de guitarras, pero enseguida lo arreglaron desde la mesa de sonido. Fue de lo poco que apreciamos respecto a fallos de sonido.

Y liberó sus caballos

Los tintes épicos que estaba cobrando la actuación quizás se vieron sobredimensionados por el pulcro respeto y silencio que guardaba toda la sala, pero es que lo que estaba pasando en el auditorio Nestor Basterretxea era algo para no abrir la boca y sí los oídos.

La bipolaridad de “Control” impedía que nos saliéramos de ese mar de notas por el que navegábamos, por cierto, mar que Emma elogió de su visita a Bermeo y que cómo no, estaban encantados de estar ahí por primera vez. Al comienzo de “Light Song” agarró un arco de violín y rasgó las cuerdas de su guitarra con él, arriba y abajo. Una canción que canta casi a dúo con Jaye en algunas partes pero que lamentamos no haber podido escuchar al de Louisville un poco más alto, como sí se le oye en la versión de estudio. Pero antes de empezar la canción, una espontánea de entre el público se arranco tímidamente a cantarle un breve “Zorionak Emma”, debido a que faltaban escasas horas para que fuera 10 de octubre, día de nacimiento de la artista, gesto que tras los aplausos del personal presente, ella agradeció.

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El broche final supuso el otro momento álgido y mágico de la noche. Un arranque casi desnudo en “Heaven”que poco a poco fue cogiendo cuerpo con el resto de la banda hasta volverse a quedar en una fina capa de voz de Emma, cerró el concierto de la artista con la banda. No hubo bis como tal, pero la cantante se quedó sola en el escenario con su guitarra para interpretar una canción más y aquí tocamos techo. La interpretación que dio de “Shadows Of My Name” fue sin lugar a dudas lo mejor de toda la noche. Llevó la canción por donde quiso, jugó con su voz, con las caricias a las cuerdas de su guitarra y con el suelo. Zapateó a ritmo de la canción mientras apenas raspaba las cuerdas y cantaba alejada de micro, oyéndose su voz en toda la sala desprovista de artificios y maquinaria digital. Todo un desgarro de corazón que se acabó de meter al público en el bolsillo y arrancó una sonora y prolongada ovación con la que concluyó, ahora sí, su hora escasa.

Texto y fotos: Dave Blanco

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