Entre las barbas de Egon Soda – Nave 9 | Bilbao

El pasado sábado celebramos, entre otras cosas, el regreso de Egon Soda a Bilbao

Egon Soda es el hábitat de cinco tipos, muy conocidos en esto de las notas musicales y que además hacen de sus directos un auténtico viaje de placer sonoro. El frontman es Ricky Falkner, palabras mayores, que además de tocar las cuatro cuerdas, pone voz a las letras. Le secundan a las 6 Ferrán Pontón y Pablo Garrido. Y detrás de este trío de cuerdas, un eléctrico y espasmódico Charlie Bautista a los teclados, y a la percusión uno de los mejores dúos de hoy en día: Xavi Molero y Ricky Lavado. Con este sexteto titular es fácil asegurar una gran noche.

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Inicios iniciales

El concierto se retrasó una media hora pocos días antes del sábado, y es que Charlie Bautista tenía otra actuación en Bilbao horas antes. Eso tampoco pareció importar mucho, si no fuese porque prácticamente no hizo prueba de sonido y, sobre todo al inicio, tuvieron algún problema. Poca cosa con tanta onda sonora por disfrutar.

Lo primero que escuchamos fue «Lucha De Clases», precisamente la primera que abre «El Rojo y El Negro» (2018). Ya estábamos dentro de la ruleta de Egon Soda. Falkner anunció que era su tercera noche en el botxo y que venían a celebrar la música y el cumpleaños, también, de Lavado. La segunda para «La Recuperación» de su anterior trabajo «Dadnos Precipicios» (2016), con un final a capela del público con ese «ariete de la tempestad». Después, llegó la hora del «zorionak zuri» para Lavado bajo los intentos de acorde del bajo.

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El público, en general, era público de calidad, de los que sabían lo que iban a escuchar (salvo alguno que parecía más empeñado en recorrerse la sala dando tumbos). Con «Glasnot», uno de los últimos singles, el público se acabó de animar y gritaron, sí, gritaron. Volvieron a sus inicios con la lenta «Los Hombres Topo Quieren Tus Ojos» de «El Hambre, El Enfado y La Respuesta» (2013). Sus no-complejos quedan más que claros con los títulos pero, sobre todo, con sus letras, que de una forma desenfadada claman contra los poderes. Siguieron con un corte del mismo trabajo: «Papel Pintado».

Tercios sonoros

Volvieron al día de hoy con «Te Pierdo» y «Calibán & CO», cambiando de tercio y bajando las revoluciones. Nos echaron de casa con «Cártilago y Ángel» para transportarnos, después, a su propio diseño y borrador con «Lorem Ipsum».

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Turno para «Lear», de su primer título homónimo, que fue algo así como el despertar definitivo de todos: público y banda. Prometieron lealtad a Ricki y con un Charlie Bautista que parecía poseído por un mal extraño pero muy musical hicieron, posiblemente, lo mejor de la noche. Una progresión sonora de bajos hasta altos, con la ayuda inestimable de las primeras filas recordando a sus majestades. Lo dicho, lo mejor de la noche.

Rompieron las baquetas de Xavi hacia la «Suite #7», que nos enseñó a cómo levantarnos siempre que sepamos caer y creer. Tras «El Corazón De Un Mundo Sin Corazón» y la intimista «Escápula», avisaron que no habría bises, ya que era poco «glamuroso» y «rockero» tener que pasar entre el público para llegar al camerino. «Vals De Pequeña Mecánica» sonó de lo más alegre de la noche gracias a los teclados de Charlie, que no paró durante la hora larga de show.

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Se despidieron con «Reunión De Pastores, Ovejas Muertas» y «Nueva Internacional». Dieron infinitas gracias y avisaron que saldrían a firmar discos y cualquier cosa que se pusiese delante, como esos muros que derriban a cañonazos ellos mismos. Sólo una pega al concierto: no corrimos, hijos de puta, no corrimos.

Texto: David Pereda

Fotos: Dave Blanco

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