Lisabö / Elle Belga – Kafe Antzokia | Bilbao
Así sí
Asistir a una jornada de concierto en domingo no es nada nuevo, lo que si que es nuevo es el hacerlo aún con el sol. Eran casi las siete de la tarde cuando caminábamos por calles soleadas y parques con infantes jugando, todo con la tranquilidad de poder estar de vuelta a una hora más que propicia para subirnos al transporte público que nos lleve a casa, cenar algo, y descansar con tiempo para el maldito lunes. Este hecho, y por supuesto, el cartel, hizo que la entrada fuera exitosa, ya incluso con la banda previa a los guipuzcoanos, hasta pudimos ver a menores de edad por la sala.
Elle Belga
La música que crean José Luís García y Fany Álvarez necesita de tiempo, reposo, y de todos los sentidos para poder ser contemplada, y puede que una sala de conciertos, y previos a una banda de post-hardcore no parezca ser, a priori, un contexto idóneo, pero error. El respeto e interés que se vivió el domingo en el Antzokia para la propuesta de Elle Belga fue enriquecedor para todos.
La percusión de Fany sonaba a tambores de guerra, marcaban el paso firme y decidido en las canciones, mientras, José Luís ponía la respiración con las armonías de su guitarra. Todo esto con sus letras, a veces cotidianas, a veces descarnadas, y siempre sentidas, entonadas por ambos. Temas cortos de 2-3 minutos que se sucedían uno tras otro, sin dejarnos salir de su cancionero crudo y atmosférico,con versión de “Panic” de The Smiths incluida.
Lisabö, la vuelta deseada
La expectación por volver a ver en directo a Lisabö era máxima. Mucho rostro veterano, mucho rostro ilustre no quiso perderse la cita, y tanto la parte baja como la balconada de la sala relucían llenas. Los seis componentes del directo salieron directos a sus puestos, agarraron sus instrumentos y comenzaron a jugar con sonidos eternos, generando una atmósfera mecedora sumando al final la voz de Karlos Osinaga y rompiendo esa aparente calma al final con “Nomaden Zirkulu Tematia” de su nuevo disco “Eta Edertasunaren Lorratzetan Biluztu Ginen”.
Ya no habría forma de escapar de los brazos de su caos ordenado, todo cuanto sucedería sobre el escenario tendría su reacción frente a él. Una sucesión de golpes atronadores, baterías acompasadas y letras despellejadas eran su más y su menos, su todo y su nada. Para lo bueno y para lo malo, Lisabö no comulgan con reglas establecidas, ellos no tiran de un set de luces atmosférico, ni siquiera de oscuridad, todo lo contrario, luces blancas inmóviles durante todo el concierto, para que nadie se pierda nada, y para mostrarse tal y como son.
El primer respiro lo tuvimos trás “Oroimenik Gabeko Filma”, tiempo aprovechado por Karlos para agradecimientos. Javi Manterola es la otra voz cantante de la banda, pero a este de poco le sirva el micro. Fueron varios los momentos en los que se desgañitó cantando fuera de micro, y aún así se le escuchaba (entenderle ya era cosa de suerte, unas veces mejor que otras).
El sorprendente caos
Los interludios y pases internos se llenaban de miradas y tibios gestos entre Sergio y Eneko, que actuaban como uno con sus cuatro baquetas. El orden del caos conlleva la sorpresa por parte de unos y la acción metódica por parte de otros, y ambas conviven. Cada parte de la actuación de Lisabö aúna estas dos vertientes, generando una curiosidad infantil en los oídos de quien la está contemplando.
A diferencia de sus antecesores, aquí el minutaje de cada canción avanzaba lejos, sin prisa por llegar, aunque por intensidad pudiera parecer lo contrario. Por este camino que nos proponían Lisabö, pasamos por viejos temas como “Hemen Naiz Ez Geldizeko Baina”, “ Ur Gainean” o “ Hazi Eskukada I” entre otros. Karlos se iba soltando y dejaba su rincón para tomar el centro del escenario, eso sí, sin perder de vista sus compañeros, con lo que tocaba dar la espalda al público. Pasados ya ocho temas (parecen pocos pero no para un concierto de Lisabö) de nuevo el break para volver a agradecer y anunciar que la cosa empezaba a tocar a su fin y para ello volvieron al nuevo repertorio con “Hegaldiaren Etenaldian” y “Olio Tantak Ezpainetan”, con la que, al igual que empezaron, se despidieron de manera paulatina y sosegada, como una outro.
El truco final
Faltaba el bis, y aunque no fue muy solicitado, nadie se movió de su lugar sabiendo que nada había concluido todavía. Y así fué, de nuevo en escena, los seis integrantes volvieron para cerrar con dos temas clásicos de la banda “ Bi minutu” y su as bajo la manga, “Alderantziko Magia” con la que el caos volvió a reinar de manera establecida, sin prisa y sin pretensiones.
Nadie quiso perderse la noche de Lisabö y nadie deberia perderse en una noche con Lisabö, por mucho que pasen los años y por poco que exista el orden en el camino.
Texto y fotos: Dave Blanco