Sonorama 2018: miércoles / jueves / viernes
Nuestra primera vez en el Sonorama
La edición del Sonorama Ribera 2018 ha sido, para Bilbao Indie Music, la edición debut como medio acreditado y sacamos un balance positivo del festival en términos generales. Pudimos vivir todas las jornadas (desde el miércoles hasta el mismo domingo), aunque no así todos los eventos/conciertos, ya que la oferta es demasiado amplia.
Llegamos a Aranda de Duero el miércoles, pasadas las 18h y con la principal misión de crear nuestro espacio vital en la zona de acampada y proveernos de los enseres necesarios para la vida festivalera. Acudíamos, ya desde casa, con varios «problemillas» que hicieron que no pudiésemos disfrutar al 100%. Aún así, las ganas no nos la iba a quitar ninguna «itis».
En el camping, mucha gente, mucha sombra y mucho polvo que cada día se suspendía mucho más arriba. El domingo ya nos sobrepasaba (a pesar de nuestra altura). Tras el trabajo de ingeniería en el montaje de las tiendas y la pertinente provisión, llegó el turno de los conciertos en la propia zona de acampada.
Nuestro primer grupo del Sonorama Ribera 2018 fue Triángulo Inverso, grupo joven madrileño que presentaba su primer trabajo «Golpe y Efecto» (2018). A pesar de su juventud, tienen unos sonidos cuidados, de pop-rock delicado, recordando, a veces, a nuestros queridos Supersubmarina. Sonaron temas como «Hazañas», «Murano» o «Cae El Dictador», muy apropiada a los tiempos que vivimos. Un público bastante animado bailó con las canciones de los hermanos Muñoz y los suyos durante los 40 minutos de actuación.
Después, vendrían Correos, posiblemente el grupo más experimentado de la primera jornada y que supo mantener el buen ambiente entre la chavalería (y no chavalería) que quería fiesta. Siempre animados y vacilando constantemente a las primeras filas, el trío vasco de indie-rock presentó «Terapia, Terapia» (2018). Tampoco faltó el «Jóvenes».
Jueves
La jornada del jueves la abriríamos con «obligaciones». Antes, disfrutamos de la sorpresa sonora de Floridablanca. El grupo madrileño abrió el escenario verde de Heineken en la plaza de la Sal (la cara B de la plaza del Trigo) y fue toda una sorpresa. Con ritmos pop alegres y muy acordes a la fiesta en la que se convierte el Sonorama durante el día, los cuatro de Floridablanca animaron la hora del vermout. Han dicho de ellos que son un arrebato de alegría y ritmo y que sus estribillos son para venirse arriba; poco más que decir.
Lo siguiente sería acudir al recinto, a escasos 5 minutos andando de la zona de acampada. El año pasado, muchos asistentes se quejaron de los accesos y parece ser que este año ese apartado se ha solucionado. El poder recoger la pulsera días antes y en el propio camping agilizó los accesos. ¡Buen trabajo por parte de la organización!

No queríamos perdernos a Diego El Cigala y su homenaje a «Lágrimas Negras», y casi acabamos por llorar nosotros. Su aparición se demoró más de 30 minutos (con lo que eso conlleva en un festival). Apoyado en una banqueta enfrente del escenario y con un «refresco» de naranja siempre pegado a su mano derecha, el artista demostró que no está en su mejor momento, musicalmente hablando. Se limitó a cantar algunas de las estrofas de las canciones, corear y aplaudir a sus músicos y beber. El personaje (que ya lo era antes) se comió literalmente al músico. Una pena a pesar de que haya medios que alaben esa forma de honrar a la música. Si eso es lo que quiere la gente, nosotros nos bajamos del carro.
Con todo esto, el que seguramente más sufrió la situación fue Neuman, que en el segundo escenario esperó demasiado. Y es que el siguiente sería Bunbury, este sí un verdadero artista, de los que trata de «usted» al público y que mide todos y cada uno de los detalles de su show. Con una puesta en escena muy parecida a la que vivimos en Mundaka semanas antes, Enrique y su banda salieron a darlo todo. Presentó temas de su último trabajo «Expectativas» (2017) como «La Actitud Correcta» y otros clásicos de Héroes del Silencio, como «Maldito Duende» o «Mar Adentro». Actuación directa y sin descansos que dejó a todos, ahora sí, satisfechos.

La noche seguía con otro clásico del pop-rock nacional, Mikel Erentxun. De este sólo pudimos escuchar las dos últimas canciones, esas que todos corearon. Y es que un apuesta como Rozalén, merecía darle el tiempo y espacio necesario.
En Sonorama dicen que no hay etiquetas, que es un festival para la música y los estilos que promueven así lo demuestran. La albaceteña es una de las «primeras espadas» del pop español y estar en un festival independiente era la oportunidad para acercar su música a esos «reacios». Hits de la radio-fórmula como «Girasoles», «80 veces» o «Saltan Chispas» demostraron que también hay hueco para otros estilos, y que gracias al buen hacer de Rozalén y todo su equipo, las cosas salen. Hubo momentos para las reivindicaciones con «La Puerta Violeta» o «Vivir». Ella fue lo mejor de la noche.

Un pequeño descanso y la zona del escenario principal se empezó a llenar de esa chavalería que se dedicaba en el camping a ponerse adhesivos/joyas y purpurina de una forma muy cuidado. Lo siguiente iba a ser lo más parecido a una verbena; era el turno de La Pegatina. Los catalanes hacen oro todo lo que tocan y gracias a su increíble trabajo del pasado, se han hecho un hueco en las neuronas de muchos jóvenes y no tan jóvenes. Han recorrido todo el país y mucho fuera con sus ritmos ska-party que consiguen levantar a un muerto de su tumba. No cabe duda de su éxito, pero seguimos sin «pillar» el rollo de sus últimos discos. Todo artista pasa por una transformación, sin embargo, nosotros nos quedamos con su «pasado».
«Lloverá y Yo Veré», «Alosque» o «Mari Carmen» son algunos de los temas que sonaron de los de «antes». Mención especial a la colaboración que vivimos en «Algo Está Pasando» junto a Rozalén. A pesar de todo, La Pegatina sigue triunfando.
Con la contundencia de los granadinos Lagartija Nick cerramos nuestro primer día, una jornada que fue de menos a más. En cuanto al recinto, la zona apartada de restauración y market parecía un acierto a pesar de la pasarela, aunque el incivismo de muchos convirtió la zona en un verdadero campo de minas. ¿Tanto cuesta coger tu mierda y tirarla al contenedor que tienes a 5 metros? Otro de los detalles que se podría mejorar fue la barra central, que dividía la explanada central en dos y que impedía disfrutar de los conciertos en ambos escenarios desde posiciones más lejanas y apartadas. Por cierto, la seguridad a la entrada del recinto era de lo menos seguro que hemos visto en ningún festival.
Viernes
La jornada matinal de viernes la íbamos a disfrutar con dos bandas que ya conocíamos pero que siempre gusta volver a ver y a disfrutar. Greenclass, de San Blas, actuaron en el escenario Heineken, bajo un sol de justicia, donde las pistolas de agua se hicieron protagonistas y, a veces, necesarias. Sonaron temas como «Keep Fighting» o «Who Is Who?».
Después, turno para Kometa, con mucho amigo y conocido entre el público, que corearon a la banda navarra de principio a fin. Presentaban su último LP «El Principio Del Final» (2018), donde el castellano toma más fuerza, dejando a un lado sus inicios en euskera. Sin embargo, también escuchamos temas en este idioma. Un buen comienzo de jornada.
Ya para el recinto, teníamos marcadas varias citas en rojo. Llegamos a los últimos temas de Rayden, que siguiendo la línea marcada en Mundaka, se mostró muy reivindicativo y anunció su próximo disco para inicios de 2019. El siguiente era Ángel Stanich, que en el poco tiempo que tuvo, sacó su lista de grandes éxitos. «Escupe Fuego», «Mátame Camión», «Hula Hula» o «Señor Tosco» sonaron casi sin descanso para demostrar la cara B del indie.

Con algo de retraso debido a problemas de sonido con uno de lo sintes, Smile consiguió reunir en el escenario «3» a muchos fans que sabían de los ritmos veraniegos y «de anuncio» de los de Getxo. A pesar de los incovenientes, se supieron rehacer y dar un bolo en mayúsculas. La comunión banda-público fue perfecta desde el minuto 1 y las constantes bajadas al respetable de John hicieron las delicias de los que bailaban con «City Girl» o «Light You Up». Gran concierto.
Era turno para el cabeza de cartel internacional de esta edición: Liam Gallagher. Con su particular pose e indumentaria, el pequeño de los Gallagher dio un show donde volvimos a vivir momentos cuanto menos «difíciles». Presentaba su primer trabajo en solitario «As You Were» (2017), pero todo el mundo esperaba a sus éxitos de Oasis. Los entre-temas los dedicaba a abroncar al público por no cantar, por usar los móviles… Pero lo que más llamó la atención fue el «interruptus» en «Wonderwall». Dejar el himno de Oasis a medio empezar para volver al principio, fue uno de los puntazos de la noche y casi del festival. Parece ser que a algunos artistas consagrados eso de la profesionalidad ya les importa poco.

Pero la cosa cambió, así, de repente, con Milky Chance, grupo alemán que trajo, de nuevo, la buena música y el mejor ambiente al Sonorama. Con ritmo rock-folk y un juego de luces frontales que dejaba ciego a los que sobrepasábamos la media, consiguieron hacer del escenario Aranda De Duero una auténtica pista de baile. Fuimos por una recomendación expresa y salimos encantados de tal despliegue de decibelios y luces. Recomendamos apuntar este grupo para próximos festivales.
Lo siguiente era La MODA, pero preferimos quedarnos a coger fuerzas para Viva Suecia, grupo ya asentado en los mejores festivales y con horarios acordes a sus descarga de energía. Cada día son más los que se suman al carro de los murcianos (cosa que se han ganado por méritos propios) con temas como «Bien Por Ti» o «Piedad». Rafa volvió a bajar para el «Hemos Ganado Tiempo» que cierra sus conciertos. Uno de los grupos del momento que no dejan de visitar cada rincón del país y que en septiembre volveremos a disfrutar en el Getxo Sound Fest.

Y con una pena muy grande, tuvimos que dejar el recinto y perdernos a Elyella. Esta vez, tuvimos que dar la vuelta completa, ya que la «salida de emergencia» del primer día sobre la carretera nacional estaba esta vez cerrada. Por cierto, intentamos entrar al escenario Humor Ron Negrita y fue imposible, la carpa era un auténtico hervidero.
Así, cerramos nuestras tres primeras jornadas del Sonorama Ribera 2018, un festival que visitábamos por primera vez y que transcurría con normalidad a pesar de la poca profesionalidad de unos pocos «artistas».
Texto: David Pereda