Sonorama 2018: sábado / domingo
Multitudes pasajeras
Tras pasar las tres primeras jornadas del Sonorama Ribera 2018 sin mayores contratiempos y con una organización correcta, lo que vendría el sábado sería de lo peor del festival (lo contamos más adelante). El domingo sería ese día de descanso sonoro que aprovecharíamos para, por fin, entrar a la plaza del Trigo y disfrutar de esa «otra parte» del festival.
Sábado
La jornada del sábado era la más esperada para muchos, ya que pisarían el escenario varios de los grupos «indie» más conocidos del país. El primero sería, y todavía con los últimos rayos de sol, Sidecars, que parece que por fin se han ganado al público y llenan tanto salas como festivales. Con su último trabajo «Cuestión de Gravedad» (2017), se han colado en todas las listas de «radio fórmula» y casi cada tema lo concierten en himno. ¡Qué decir de ese «Tu Mejor Pesadilla» o «Amasijo De Huesos»! La mejor manera de enamorar al ser de al lado. Tampoco faltaron clásicos de la banda como «Fan De Ti» o «Contra Las Cuerdas» y tampoco el alegato de Juancho en contra de «La Manada». Concierto breve pero esperado por muchos.

¡Ah! Antes de los de Alameda De Osuna, disfrutamos del final de Maga y sus dos himnos: «Agosto Esquimal» y «Diecinueve».
Tras Sidecars, en el escenario Aranda De Duero, tocaba Xoel Lopez, que llegaba en formato más eléctrico y con ganas de romper el cliché de «llorón». De su último disco «Sueños Y Pan» (2017) sonaron «Jaguar», que abre el disco, o «Madrid», que parece convertirse en uno de sus próximo himnos. Pero no se olvida de donde viene y cantó temas como «De Piedras Y Arena Mojada» e incluso se atrevió con el gallego con «A Serea e o Mariñeiro». No pudimos acabar de ver la actuación porque las posiciones dignas para ver a Izal se empezaban a copar.
Y es que Izal era, para muchos, el grupo del día, del festival e incluso del año. La expectación generada con su último trabajo «Autoterapia» (2018) y el éxito de su última gira, preveían un show de los de recordar. Tuvieron más tiempo que ninguno y se prepararon un concierto especial (según ellos mismos reconocieron). Como era lógico, presentaron temas nuevos como «Ruido Blanco», la íntima «Pausa» o la del título muy largo. Pero no olvidaron esos otros cortes que les han llevado a liderar todos los festivales del país. «Copacabana», «Qué Bien», «Pequeña Gran Revolución» (con mención a su familia), «Pánico Práctico» o «La Mujer De Verde» sonaron en la casi hora y media de show que dieron Mikel y los suyos.

Para acabar «El Baile» y «El Pozo», que con su «1, 2, 3» derrocharon pirotecnia. Siguen haciendo las delicias de sus fans (que no son pocos), pese a quien le pese.
Y lo peor del festival (o por lo menos, lo que nosotros vivimos) vino justo cuando acabó la actuación. La cantidad de gente que quería moverse de un lado para otro hacía que fuese imposible llegar a las barras, ni a la zona de restauración, los baños colapsados… Todo sería lógico y normal después del show más importante de la jornada. Pero visto el aforo que la propia organización anunció, los números no cuadraban demasiado. En las anteriores jornadas, con todo también vendido, no vivimos esta situación en ningún momento. No queremos ser mal pensados, pero la seguridad a la entrada del festival era cuanto menos laxa y desconocemos el control de aforo. La situación era por momentos agobiante. Pero lo peor vendría después.

Tras descansar y por fin conseguir algo de refrigerio, decidimos ver a Dorian desde detrás, donde (supuestamente) se pueden ver los conciertos más tranquilo. Pues no. Pese a estar en la parte más trasera del recinto, la cantidad de gente seguía siendo excesiva y decidimos que eso no era para nosotros. Una pena porque el show de Dorian prometía, más si cabe después de que tuviese que cancelar la pasada edición. Lo dicho, el agobio en las últimas filas era insufrible y decidimos marcharnos. Tendremos oportunidad de verles en sala en breve (lugar que seguramente muchos sonorámicos no pisan durante el año).
Pero la cosa no podía quedarse con ese mal sabor de boca. Y quien lo iba a arreglar eran Nunatak, ahora ya sin tanta gente. Lo de estos chicos de Murcia está siendo un auténtico vendaval. Se están colando en todos los festivales, consiguiendo además, horarios acordes a lo que generan y la oportunidad del Sonorama la aprovecharon, y con creces. «Aun Respira», «El Grito» o «Disonancia Perfecta» fueron algunos de los cortes que sonaron en la escasa hora que estuvieron en escena. Son temas alegres, bailables y cuidados sonoramente. ¿Les veremos alguna vez por el norte en sala?
Y así cerramos nuestro paso por el recinto festivalero del Sonorama Ribera, pero quedaba más.
Domingo
En la zona de acampada muchos ya recogían las tiendas y no la basura generada, eso parecía que no iba con ellos. ¿Así queréis ver vuestros parques al lado de vuestras casas? Un verdadero despropósito como muchos dejaron la zona de acampada.

Aprovechamos esa ventaja de no tener que «trabajar» el lunes para acudir a la plaza del Trigo, coger buena posición (sombra incluida) y disfrutar, hoy ya sí, de ese mítico espacio arandino. Vimos a El Meister, ese tipo que parece no cansarse de crear proyectos y que, esta vez en solitario, consiguió animar al respetable. Aunque parece que tampoco hace falta mucho, ya que la predisposición por parte de los «guerrilleros del agua» es envidiable. Seguramente muchos ni conocían a El Meister ni a Cala Vento, pero hay que estar ahí y si es con pistola de agua mejor. Pues eso.
Los siguientes eran Cala Vento, dúo catalán que con sólo batería y guitarra consigue echar abajo escenarios, salas y todo lo que se les ponga por delante. En Aranda tuvieron problemas de sonido, o por lo menos, desde nuestra posición (cercana a la mesa de sonido) no era el mejor. No faltaron cortes como «Isla Desierta», Isabella Cantó» o «Estoy Enamorado De Ti».
Y entonces llegó la sorpresa: Varry Brava. Era uno de los grupos más presente en los festivales y faltaba en cartel; parecía claro para muchos que serían la sorpresa de alguno de los días. Salieron con una energía increíble, pese a la hora, el calor y que, de repente, la trasera del escenario parecía la Gran Vía de Madrid en plenas rebajas (¡qué cantidad de gente se sumó al carro!). Repasaron temas de diferentes trabajos como «El Sitio Perfecto», «Playa» o «Sonia y Selena». La fiesta que montaron fue increíble. Para eso fueron.

Para la tarde, y ya en el escenario de la zona de acampada, había dos grupos sorpresa. Entre rumor y rumor, había nombres interesantes. El primero Villanueva, que como el mismo reconoció, se había pagado el disco trabajando en anteriores ediciones del festival. Esa sensación de salir desde abajo y poder tocar en el Sonorama debe ser indescriptible. Con todavía poca gente enfrente del escenario, el gallego intentó animar y se notó su entusiasmo por estar encima del escenario.
Los siguientes, Anaut, calidad musical a raudales que combina soul, jazz y funk de una manera calmada y que consigue introducirte en su música de una manera delicada. Se nota la profesionalidad del grupo en cada nota y su último trabajo «Hello There» (2018) tiene auténticos himnos como «Liar» o «The Difference». Lo mejor de la tarde del domingo sin ninguna duda.
Y salieron las sorpresas. Primero salió Julieta 21, que «chafó» la sorpresa para muchos (incluso para nosotros). Pero el gordo iba a ser otro, Taburete, ya anunciado por muchos en las horas previas. Algunos silbidos (muy tímidos) y muchos aplausos. Tantos, que consiguieron convertir la campa en una auténtica fiesta. En 40 minutos tocaron temas sin descanso como «Walter Palmeras», «México DF», presentaron «Madame Ayahuasca» y volvieron loca a la «chavaleria» con «Sirenas». Lamentable escuchar insultos por varios de los «asistentes». Chico, si no te gusta, te vas, tampoco han hecho nada malo.

Y como lo que cerraba el festival era importante, decidimos reponer algo de fuerzas, venía el huracán de los Sexy Zebras. Con su habitual estética, los tres madrileños salieron «a machete». Temas como «La Polla», «Sexo Y Marihuana» o «Hijo De Puta» fueron como mordiscos a la yugular y los pogos se sucedían en las primeras filas (muy mal hechos, por cierto). Sólo la balada «Quiero Follar Contigo» bajó las revoluciones.
Así cerramos nuestro primer Sonorama Ribera como medio acreditado, con casi un «completo», que en general fue cómodo y animado, pese a las aglomeraciones del sábado. Estamos seguros que la organización ya está trabajando para intentar solventar esos desajustes y que tras el cambio (previsible) de recinto, la comodidad del año que viene sea mayor. ¿Nos volveremos a ver en 2019?
Texto: David Pereda