Toundra / Backbone – Kafe Antzokia | Bilbao

La fecha marcada en rojo

La aparente calma con la que los aledaños del Antzoki nos recibían en los minutos posteriores a la apertura de puertas de la noche del sábado no sería reflejo de lo que más tarde tendría lugar en su interior. Los madrileños Toundra regresaban a Bilbao para presentar su reciente “Vortex”, con el cual llevan de gira prácticamente todo el año, pasando por salas y festivales tales como EzDokFest o MadCool entre muchos otros, pero faltaba una fecha y una ciudad, y Toundra no falló.

Invitados con nombre, Backbone

Seguramente eran pocos los que conocían el nombre del grupo telonero de la noche, pues ni en el cartel oficial ni en las entradas aparecía su nombre, tan solo un “ + Talde Gombidatua”, que de no estar muy al día de las redes sociales o pasar por taquilla la misma noche, ni rastro del nombre del grupo misterioso.

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Con apenas un par de minutos de retraso sobre lo establecido por la organización aparecieron en el escenario Backbone, quinteto de Gernika que caminan entre cualquiera de los proyectos de Phil Anselmo y unos patrios Cobra, rock metalero sin alardes y con mucha pasión y desgarro en su vocalista Martín, al que su hoodie le duró apenas una canción. Prácticamente se pasó toda la actuación a borde de escenario, de un lado a otro y jadeando y animando al personal, buscando un feedback que no vimos correspondido del todo (o al menos no en los primeros temas).

La noche de Backbone tuvo un par de invitados. Al micro, Gorka Monasterio acompañó en un tema a Martín al poco de arrancar, y a la guitarra y coros Edorta Apraiz (del grupo Tooth) cogió las seis cuerdas de Jon en otra de las canciones a la vuelta de Martín del backstage a la media hora de actuación (para dejar al resto del grupo interpretar una instrumental, que un poco de eso iba la noche con Toundra). Al final, con ya casi la totalidad del público asistente dentro de la sala, Zuga con su guitarra se animó a bajar las escaleras para tocar entre las primeras filas, en lo que fue un fin de actuación muy en la línea del resto, con pocos bajones (o ninguno) y mucho mucho sudor.

Sala y escenario casi insuficientes para Toundra

Rozando el lleno aguardaba el Antzoki a Toundra, preparado como en las grandes citas, con el piso superior abierto en su totalidad (puede que de ahí venga la ausencia de sold out). Un escenario bastante despejado en los primeros metros para que Macón, Esteban y Alberto se movieran con fluidez pero sin entrelazar sus respectivos espacios vitales mas allá de par de ocasiones. Un gran telón de fondo con el nombre de Toundra se quedó a medio desplegar debido a su magnitud ( pensado para grandes galas como festivales) y de la “T” se visualizaba apenas la mitad.

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Como en su último trabajo, la intro dio paso a “Cobra”, todo un tema potente con interludios acogedores que resume a la perfección lo que emana Toundra. Ya desde el principio Macón y Esteban, con sus respectivas guitarras, daban su particular recital de potencia y maestría, mientras Alberto ponía la calma manteniéndose en un pseudo segundo plano con su bajo y un teclado junto a la batería de Alex. “Tuareg” sonó como otro mazazo al pecho. Con una estructura opuesta a la anterior, aquí prevalecen las notas sosegadas de Macón llevadas a la perfección por Alex, rompiéndose ese equilibrio a mitad con una línea de bajo soberbia, en la que los cuatro confluyen hacia una deriva de golpes sonoros constantes que te atrapan en espiral. Como si de una marcha fúnebre se tratase, “Kitsune” sonó y resonó entre las paredes del Antzoki cual catedral renacentista. Catedral en la que Esteban se vio obligado a arrodillarse al soltarse uno de los agarres de la correa de su guitarra en uno de los momentos más inoportunos, pues era uno de mayor tensión del tema (nosotros nos arrodillamos ante tí, Esteban).

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El dos y el once, números ganadores

Con su segundo disco “II” fue cuándo les empezamos a seguir ya la pista más de cerca y muchos de sus seguidores también, por ello la dupla en el setlist “Bizancio / Byzantium”-“Zanzíbar” arrancó buena parte de los aplausos al comienzo. Este fue uno de esos pocos momentos en los que los espacios vitales de los tres se juntaron para algunos pasajes, y elevaron al unísono los mástiles al cielo de la sala. Salir de “Bizancio” para acto seguido entrar en “Zanzíbar” fue como intentar salir de una ola a coger una bocanada de aire y que seguido venga otra ola aún mayor. “Kingston Falls” puso ese aire momentáneo que necesitaba la actuación en ese momento, y con los pulmones ya llenos, los asistentes acompañaron al grito de “Lo lo lo” los acordes que Macón marcaba con sus cuerdas en el comienzo de la canción.

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Si hay una canción que todo el mundo nombra al hablar de “Vortex” esa es “ Mojave”, el corte de mayor duración interpretado y grabado por la banda que ha conseguido tirar abajo la puerta de acceso a este quinto disco. El sábado la pieza sonó (para nuestro deleite) y confirmó la gran banda que es Toundra y por qué han llegado hasta donde están siendo una banda de un estilo, a priori, poco dado a las masas. Volviendo a la actuación, el trabajo en este tema de Alberto fue excepcional, conduciendo la parte media del tema por los caminos sinuosos que le ofrecían sus compañeros. Sin duda fueron los once minutos más cortos y más intensos de la noche.

Vuelvan pronto

Con “Cielo Negro ( Black Sky)” llegaron prácticamente a la hora de concierto  y nos adentramos en su tormenta perfecta, donde Alex no se contuvo a la hora de golpear sus parches con las baquetas y Macón de seguir desgastando la pintura de su guitarra. El parón para el bis fue tan breve como que a más de uno no le dio tiempo ni de hacer el amago de ausentarse para pedir o ir a baño. De nuevo un recorrido por el segundo disco “II” para arrancar con la dulzura de “Magreb” y cerrar como iniciaron este huracán, desde el final de su “Vortex”, con “Cruce Oeste”. Últimos paseos a pie de escenario de Macón y Esteban para un final de una noche, como nos mal acostumbran los madrileños en sus continuas y agradecidas visitas a la capital vizcaína, grandioso.

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Con el alumbrado de la sala algunos de los asistentes tuvieron sus dosis de abrazos gratis con la banda, y entre saludos y agradecimientos, cada uno se marchó hacia su camino. En el puesto de merch de la entrada se agolpaban numerosas personas en busca de un recuerdo algo más físico que llevarse de la noche. Nosotros no alcanzamos a ver nada de lo que en la mesa se exponía pero no dudamos que los vinilos serían uno de los triunfadores, pues su escasez los hacen un bien preciado por los seguidores (alguno ya es imposible conseguir,y hay rezos para una futura reedición).

Texto y fotos: Dave Blanco

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